Martín La Spina

 

         

Durante este mes de octubre expone en la Galería Este de Santander el pintor italo-argentino Martín La Spina (Buenos Aires, 1973). No tengo duda de que se trata de una de las firmas más interesantes que ha habitado el Mercado del Este santanderino desde que también se convirtiera en centro artístico y cultural, hace ya varios años. Impresiona en este artista plástico su trayectoria, la apabullante originalidad de su obra en el contexto de estos días tan poco simbólicos, el extraordinario dominio del dibujo, del color y de diferentes técnicas expresivas y la calidad en el acabado de unas piezas que no sólo proporcionan en el espectador goce estético, sino que exigen una hermosa indagación sobre nuestra propia cultura común. La importancia de esta exposición crece si tenemos en cuenta que en España no ha expuesto más que en otra ciudad: ver su obra fuera de Barcelona (Art-Bubble, El Foro, Kairos, Rainbow) resultaba hasta ahora complicado, aunque Martín La Spina es un pintor consolidado plenamente, por supuesto, en su Argentina natal, y en los vastos dominios de internet. Su página (www.martinlaspina.com.ar) muestra, además, algunas de las obras que hay colgadas en la Galería, para sorpresa y admiración de visitantes. Asómese al interior de la red de redes, aunque a veces sea peligroso, y siga enredándose con asombro en la obra de La Spina, como hermosa continuación de esta contemplación directa que ahora puede disfrutar.

Muralista, ilustrador y maestro vidriero, en el verano de 2006 su cuadro “Meninas en Metamorfosis” fue empleado en el Taller del Área de Educación  del Museo Nacional del Prado, poniéndolo en relación con la inmortal obra de Velázquez y con interpretaciones realizadas por otros artistas como Picasso o Dalí. Cito este dato por dos motivos. Por un lado, porque, aunque no le es fácil a un pintor vivo (vivísimo) colgar su obra en el Prado, en Martín La Spina está suficientemente justificada la presencia porque su obra se relaciona íntimamente con los grandes clásicos de la pintura, reinterpreta una larga tradición creativa que muchos parece que han perdido; particularmente los artistas del Renacimiento encuentran en La Spina una bella paráfrasis que asombra en estos días en que parece que todo está ya descubierto y nada del pasado nos sorprende. Por otro lado, la obra de La Spina no deja de ejercer cierta función didáctica: así como casi nadie conoce ya el nombre de las flores o interpreta la iconografía de las estrellas, hace mucho que hemos perdido el significado de los símbolos que han recorrido nuestros siglos de historia, aquí sabiamente actualizados.

Cada pieza de esta muestra tiene su explicación y contiene en sí misma una historia especial, está cargada de referencias y se imbrica tanto en su propia tradición como en la permanencia de lo simbólico en la vida cotidiana. Martín La Spina parece recuperar todas esas claves perpetuas que los antiguos conocían, reinterpretándolas en estos años del siglo XXI donde parece que nada es estable y que todo fluye nadie sabe hacia dónde. Desde El Bosco hasta Escher, su obra no es sólo un homenaje pictorico sino una firme y personal reivindicación. Por eso aquí el espectador recupera mucho de lo perdido, vuelve a considerar, en una rica amalgama, el pilar de lo espiritual, la meditación del mandala, las ciudades prometidas, la pura esencialidad de la naturaleza, la complejidad renacentista y las alegorías simbolistas.

Quien entre en esta Galería Este podrá disfrutar de una pintura que, en sus propios referentes clásicos y tradicionales, en el cuidado de sus significados, en su torrente secular de claves e iconos, encuentra un signo distintivo en medio del caos pictórico de nuestros días. El intento de traer todo eso a lo cotidiano es indudable acierto de Martín La Spina. Y que así siga. Pero, como decían en la Academia ateniense, “que nadie entre sin saber geometría”

 

Mario Crespo López

Escritor, Crítico de Arte

2008

 

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